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Este año el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad edita con motivo del IX Festival Internacional de Buenos Aires, el libro Corpus Jan Fabre. Observaciones de un proceso creativo de Luk Van Den Dries, autor de numerosos artículos sobre el teatro en Bélgica, con fotografías de Wonge Bergman. El autor se sumerge en la producción de Jan Fabre, que abarca el teatro, la danza, la ópera y la plástica, y descubre la esencia de la creación del notable artista belga: el cuerpo no como una forma fija sino en constante movimiento y transformación. 

Es la primera vez que se edita un libro sobre Jan Fabre en la Argentina y la primera vez que este libro se traduce al español.

Este año el FIBA recibió a Jan Fabre y varias de sus producciones. Fabre estuvo en la presentación del libro para un encuentro cara a cara con el público, donde habló sobre su obra.

Este libro puede conseguirse en los puntos de venta del Festival y el Puesto de Informes del Punto de Encuentro. Valor: $100.-

Prefacio Corpus Jan Fabre

El trabajo de Fabre es ejemplar en el teatro contemporáneo, gracias en gran medida a su coherencia y continuidad notables. Es un teatro “radical” que va hasta el fondo.

Algunos malinterpretan las preguntas radicales sobre el género humano que Fabre plantea como provocaciones snobs, o bien eligen esa postura como una forma intencional de evadir esos cuestionamientos.

Y aquellos sordos al hecho de las grandes tradiciones (antiguos rituales, teatro antiguo, tragedias, dramas y farsas de la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco) que conectan el trabajo de Fabre con las profundidades de la historia del teatro, no saben nada. Lo único que sus bocas alguna vez saborearán es la inmundicia en su sed de pureza y forma, una cosa que en el teatro solo puede surgir de la realidad del cuerpo mortal, impuro, animal, vulnerable.

Esa malinterpretación es demasiado común y también la sufrieron Rimbaud y Baudelarie, así como muchos otros artistas de la performance que buscan la catarsis asociada con el riesgo, la transgresión de los límites y el impacto del dolor real o imaginado.

El escándalo que provocó en ciertos círculos parisinos The Crying Body, un preludio a History of Tears, es una prueba de ese malentendido. Los críticos que se limitan a enumerar los movimientos blasfemos, obscenos o provocativos, reales o sugeridos, de una producción se comportan como censores ciegos ante el contenido, la forma y la energía de este teatro del cuerpo. El trabajo de Fabre es esencialmente trágico, y la tragedia moderna, por supuesto, limita con lo grotesco, la sátira, lo siniestro. Pero mientras que en el drama tradicional importaba lo que pasaba entre los cuerpos, en el teatro post dramático, lo que importa es el cuerpo mismo. Fabre simplemente nos permite sentir y pensar el cuerpo como metafísica.

Él mismo concibe el cuerpo humano como el escenario de un conflicto trágico. La naturaleza estática del esqueleto, el calcio y los huesos se encuentra en constante lucha con la carne, lo suave y lo fluido, los jugos. Freud habla de una pulsión de muerte y otra de vida. Al final, gana la muerte, la adusta segadora.

Pero hasta entonces pelearemos esta guerra, y el teatro de Fabre continúa ilustrándolo con imágenes corporales fuertes y profundas.

La consciencia necesariamente considera obsceno al cuerpo, ob-scaena, más allá de lo que está a la vista. Y tal vez el cuerpo debe quedar fuera de la vista en la vida cotidiana.

Pero el teatro existe para escribir la excepción que problematiza la regla. Para Heiner Müller el propósito del arte es volver la realidad imposible, por ejemplo, suprimiéndola o renunciando a ella. Fabre comenzó su carrera en el arte de la performance, y todavía conserva elementos de ese arte. Sus primeros trabajos se caracterizaban por un rechazo del contenido explícito en mayor medida aun que los actuales. El espectador tenía que quedar satisfecho con la percepción de la forma como forma. Pero incluso esto ha sido considerado tradicionalmente como belleza, un tema al que Fabre nunca renunció: la belleza que brilla aún más cuando la amenaza la muerte o la transitoriedad; la belleza de un espacio o una posición que, al extenderse se vuelve una enseñanza agresiva y mística y desde allí regresa a un estado de belleza libre (de la que no se espera nada). En comparación con el formato del “teatro concreto” y la agresión de sus primeros trabajos, los motivos metafísicos y espirituales se hicieron más centrales en su trabajo posterior. Con el riesgo, obviamente, de que la búsqueda espiritual del artista, que ataca la grotesca abnegación cristiana “oficial”, fuera denunciada como blasfema. Pero hoy en día, con los críticos que piden por todas partes junto a audiencias conservadores un teatro más “ordenado”, “de buen gusto”, “más bello”, y más fácil de digerir, la presencia de este teatro literalmente exorbitante es verdaderamente un regalo.

Este libro también es un regalo: tanto para los conocedores de la obra de Fabre como para los que desean conocerla. Le da al ojo un lente agudo para diseccionar la densidad y la riqueza de este teatro como si lo hiciera con un escalpelo analítico (en el ensayo introductorio); un microscopio para ser testigo del proceso de producción (el diario de ensayos); el espejo de las fotos testimoniales, que evocan una imagen de las producciones; y una bola de cristal, a través de la fundamental entrevista llena de contenido y sustancia, que nos permite echar un vistazo en la mente de Fabre como artista, inventor e investigador. Promete abrir muchos ojos y oídos a un trabajo artístico singular que demuestra el potencial del teatro actual.

Hans-Thies Lehmann