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El diario de Agustín

abril 11
19:10h
agotadass

Village Recoleta Mall

Sala: 7

 

Película

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Ignacio Agüero

Hace treinta y cuatro años obtenía su título de director artístico con mención en cine uno de los directores imprescindibles de la cinematografía latinoamericana. Un joven que cursaba estudios en la ya mítica Escuela de Artes de la Comunicación de la Universidad Católica, institución destinada a desaparecer una vez egresada la última generación que había hecho su ingreso en plena dictadura militar de Pinochet.

Así, entre la certeza de la desaparición y la voluntad de hacer algo para combatir el olvido, realizó sus primeros trabajos fílmicos en un Chile donde el horror de las violaciones a los derechos humanos convivía con la incipiente sociedad de consumo, incentivada desde una industria publicitaria que se transformó en la verdadera escuela de aprendizaje de los cineastas chilenos.

Pero el trabajo publicitario en la semana le permitía dar paso, de manera clandestina, a su interés por dejar testimonio del Chile que se vivía y que no salía refrendado en las noticias. A escondidas de su jefe, sacaba los equipos de filmación los fines de semana para comenzar a filmar los hornos de Lonquén, en donde habían sido encontrados los restos de varios detenidos desaparecidos. El resultado de estas filmaciones será el documental No olvidar, que firmará bajo el seudónimo de Pedro Meneses para evitar posibles represalias del régimen.

Realizado, montado y exhibido de manera clandestina, No olvidar significará un acercamiento al mundo de los derechos humanos tan fuerte que corría el peligro no sólo de ser perseguido por el aparato represor del gobierno militar, sino también de encasillarse en aquella temática de denuncia. En respuesta a esta inquietud, en 1986 estrena Como me da la gana, compendio de las filmaciones de cine chileno realizadas en 1985, en donde el realizador visita los rodajes de las películas para interrogar a los directores de las mismas. En este trabajo vemos el rostro del cineasta, quien a partir de ahora firmará sus obras bajo su verdadero nombre: Ignacio Agüero.

Su trabajo continuará con la filmación de todas las sesiones del taller de cine para niños que imparte Alicia Vega, quien fuera su profesora en la Universidad Católica, en la población Lo Hermida. El resultado de este proceso será Cien niños esperando un tren. La pasión por la enseñanza de Alicia Vega se despliega ante nuestros ojos de manera directa, siguiendo paso a paso el aprendizaje del cine por parte de niños de escasos recursos, en un relato sobrecogedor que le traerá a Agüero el reconocimiento internacional.

La vuelta a la democracia significará una búsqueda mucho más radical en la manera de abordar el documental. Así una posible película institucional para la Armada de Chile se transformará en un imaginativo y experimental relato sobre la odisea del viaje de un iceberg (Sueños de hielo), el pulso de una ciudad que desaparece sin darnos cuenta se verá tanto desde los anónimos obreros de la construcción como personalizado en la figura de un profesor universitario que ve como su propia historia va desapareciendo (Aquí se construye), y la historia de un pueblo en donde el tren ya no se detiene dará paso a cómo el propio pueblo construye el relato de su propia historia (La mamá de mi abuela le contó a mi abuela). Así, la forma de contar una historia se establece en base a historias que parecen mínimas pero que denotan procesos sumergidos, invisibles.

El retorno de la democracia, sin embargo, no significará el olvido de aquel trabajo de resistencia iniciado bajo el seudónimo de Pedro Meneses. Agüero evidenciará la complicidad con la dictadura de parte del medio periodístico más poderoso de Chile, El Mercurio. Así, con El diario de Agustín, pone de manifiesto su propio compromiso tanto con el cine como con el devenir de Chile, a riesgo de las mismas censuras que vivió en dictadura, arriesgando su propia tranquilidad en pos de develar y dejar registro de lo ocurrido.

La simbiosis entre la historia mínima, la íntima y la historia del país verá la luz en su última obra. El otro día explora las posibilidades del relato, en base al simple hecho de esperar en su propia casa, mientras se evoca y se establece una urdimbre que conecta a seres desconocidos entre sí, en un gran mapa humano, en una gran obra de geometría y misterio (título inicial del film) que nos entrega una máxima que nunca debemos olvidar: el cine es nuestro hogar.

Raúl Camargo

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