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Dias de Nietzsche em Turim

abril 19
13:10h
agotadass

Centro Cultural San Martín

Sala: 1

 

Película

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Júlio Bressane

Los libros, escritos, discos que rodean a los personajes de Bressane (a Miramar, Jerónimo, Mário y a Friedrich, quienes están casi todo el tiempo leyendo, escribiendo, escuchando, viendo), más la música, el cine y la pintura ocupan un espacio central y fundamental en el cine de Júlio Bressane. El lenguaje artístico es el verdadero tema de sus películas: “El lenguaje es un modo de sentir el mundo. El cine nació en tiempo de metalenguaje” y por eso sus películas se construyen próximas al ensayo, la teoría, la crítica, el análisis, el montaje de citas. Aquí un pedazo de Eisenstein. Allá otro de Nelson Pereira dos Santos. Fragmentos de películas mudas, imágenes de los primeros años del cine, imágenes que hacen frontera con el desierto, con lo anterior al cine. Una frase de Wagner, un diálogo de un film de Pasolini, un diálogo sacado de un film de Wyler, un texto de San Jerónimo, la voz de Mário Reis: nada de eso ni imágenes, ni sonidos para componer algo semejante a una antología, y sí para montar la base de una traducción imposible que reinventa, para una posible transcreación. Hacer arte para comprender qué es el arte.

Mário, Miramar, Jerónimo, Friedrich, Hilda, Matilda, Gaspar y todos los demás personajes, se comportan en la imagen como una proyección del espectador (traductor, transcreador) ante la obra de arte. Una proyección del espectador y también del realizador, del artista en cuanto sensibilidad que da un nuevo orden a los lugares comunes del arte, del artista en cuanto espectador del arte, en cuanto sensibilidad que puede decir de sí lo que cierta vez cantó un verso portugués:

“No soy yo quien describo. Yo soy el lienzo.

Y una mano oculta da color a alguien en mí”.

Imaginemos Miramar como una primera película, punto de partida. O mandarim como un prólogo. São Jerônimo y Dias de Nietzsche em Turim como el desarrollo de cuestiones esbozadas en la novela de formación de Miramar: el artista más lienzo que proyector, la proyección más algo mental que una técnica sofisticada.

[“Las imágenes hoy, mejoradas desde el punto de vista técnico, son realizadas con más facilidad –no lo digo sólo por un problema de tecnología–. ¿Cuántos millones de fotogramas fueron hechos para llegar a aquello que hoy uno hace con sencillez? (…) Creo que hubo una distorsión en cuanto a lo que se llamó calidad de imagen. Calidad de imagen significa una calidad mental, ¿no es cierto? (…) No siempre el grado problemático en el campo de las ideas, en el campo mental, es acorde al instrumento. El instrumento, a veces, es mucho más sofisticado. Es preciso tener cabeza para usar esa complejidad. ¿Comprar un Concorde para ir de Rio a Niterói? Ni levanta vuelo. ¿Ponerle una escafandra a un tipo para tirarlo en una bañera? Si se puso una escafandra, tiene que bajar doce mil metros. Entonces, eso es lo que creo, y hablo de todos nosotros. El hecho de estar yo hablando no quiere decir que esté fuera de eso. Al contrario, tal vez lo sepa bien porque estoy como todos metido en eso. En esa ausencia, en esa carencia”].

El arte como organismo vivo que se escribe a sí mismo, más creador del artista que creación de éste, en la realidad mero instrumento de aquél, simple portavoz de una fuerza exterior que no domina (“y el cine, en ese sentido, es devastador: uno hace, imagina que controla y lo que de hecho controla debe representar un cinco por ciento del film”).

José Carlos Avellar

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